Levítico 19:33-34

Cuando algún extranjero se establezca en el país de ustedes, no lo traten mal. Al contrario, trátenlo como si fuera uno de ustedes. Ámenlo como a ustedes mismos, porque también ustedes fueron extranjeros en Egipto. Yo soy el Señor y Dios de Israel.

HECHOS 10  (extracto)

Estando Pedro en Jope, en la casa de Simón el curtidor, subió a la azotea para orar, cerca del mediodía. De pronto, sintió hambre y quiso comer algo. Mientras le preparaban la comida, Pedro tuvo una visión. Vio que el cielo se abría, y que bajaba a la tierra algo semejante a un gran lienzo, colgado de las cuatro puntas. En el manto había toda clase de animales, hasta reptiles y aves. Pedro oyó la voz de Dios, que le decía: «¡Pedro, mata y come de estos animales!»

Entonces Pedro dijo:
—Señor, no; porque ninguna cosa común o impura he comido jamás. Volvió la voz a él por segunda vez:
—Lo que Dios limpió, no lo llames tú común.

Un día después, Pedro llegó a Cesarea. Cornelio (un capitán romano) los estaba esperando, habiendo convocado a sus parientes y amigos más íntimos. Cuando Pedro entró, salió Cornelio a recibirlo y, postrándose a sus pies, lo adoró. Pero Pedro lo levantó, diciendo:

—Levántate, pues yo mismo también soy un hombre.
Hablando con él, entró y halló a muchos que se habían reunido. Y les dijo: —Ustedes saben cuán abominable es para un judío juntarse o acercarse a un extranjero, pero Dios me ha mostrado que yo no debo rechazar a nadie, ni llamarlo común o impuro. Por eso he aceptado venir a esta casa.

Entonces Pedro comenzó a decirles:
—Ahora comprendo que para Dios todos somos iguales. Dios ama a todos los que lo obedecen, y también a los que tratan bien a los demás y se dedican a hacer lo bueno, sin importar de qué país sean.
Éste es el mismo mensaje que Dios enseñó a los israelitas por medio de Jesús, el Mesías y Señor que manda sobre todos; para que por medio de Él todos vivan en paz con Dios.

Nosotros somos testigos de todas las cosas que Jesús hizo en la tierra de Judea y en Jerusalén hasta que lo mataron colgándolo en una cruz. Pero tres días después Dios lo resucitó y nos permitió verlo de nuevo, comer y beber con él. Y nos mandó que predicáramos al pueblo y testificáramos que Él es el que Dios ha puesto por Juez de vivos y muertos. De Jesús dieron testimonio los profetas y dijeron que Dios perdonará a todos los que confíen en Él. Sólo por medio de él podemos alcanzar el perdón de Dios.